¿Amaneces a menudo con una sensación de intranquilidad, como si algo “estuviera mal” y no parecieras tener la clave de cómo resolverlo? ¿Te descubres sintiendo un nerviosismo de fondo o parece que estuvieras en una carrera constante contra el tiempo?
La ansiedad es uno de los problemas de salud mental que en la actualidad afecta a más personas en nuestra sociedad, independientemente de la edad, género, estrato social y ocupación.
Pareciera como si, junto con la pandemia vírica, se hubiera desatado también una pandemia psicológica, en la que la desconexión de nuestro verdadero centro se ha vuelto cada vez más palpable. Esto desencadena situaciones internas que conducen a la depresión, al estrés crónico, a crisis existenciales en las que ya no le encontramos sentido a la vida, etcétera.
¿Te resulta familiar? ¿Te identificas con esto? ¿O tal vez conoces a alguien que se encuentra en esta situación y te preguntas cómo puedes apoyarle para salir adelante?
Uno de los elementos que indican que estás perdiendo contacto directo con tu autenticidad es la pérdida de conexión con el Momento Presente. Hipnotizado/a por la mente y por la realidad consensuada, quizá hayas llegado a creer que tienes que estar en una constante revisión del pasado y anticipación del futuro, dejando de habitar el único lugar real: el Ahora.
De esta forma, vas olvidando la única fuente de serenidad, reposo, verdadera nutrición, creatividad y quietud. Es completamente entendible que, dadas esas circunstancias, comiences a experimentar un cierto trasfondo de intranquilidad que parece acompañarte cada momento del día.
Algo se siente tenso, incompleto y la idea de que para estar bien primero necesitas sanar o transformar algo, o tal vez soltar y dejar ir otra cosa se cimenta aún más, alejándote de nuevo de tu centro y de la posibilidad de acceder a la completitud que ya eres Ahora.
La meditación, el silencio y la espiritualidad te ofrecen el antídoto universal para todo ello. No como un brebaje mágico que alguien externo te sirve en una copa de oro, sino como el elixir que florece internamente en tu corazón y que no deja de estar disponible en ningún momento, ni siquiera en esos períodos de desazón, inquietud, agitación e incomodidad.
El silencio te invita a reorientarte, a regresar de la periferia de pensamientos, recuerdos, proyecciones, miedos anticipados, ideas preconcebidas, al verdadero Centro de tu Ser.
A través de la meditación, comienzas a soltar la idea de que para encontrarte y descansar en quién eres realmente tienes que hacer, hacer, hacer. Empiezas a descubrir que para encontrarte y descansar en quién realmente eres sólo has de ser.
Gracias a la meditación, aprendes a entrenar tu capacidad de observar e identificar lo que está presente sin juzgarlo, etiquetarlo ni tratar de cambiarlo. Aprendes también que puedes atestiguarlo y sentirlo al tiempo: las sensaciones que antes te resultaban desbordantes comienzan a encontrar espacio dentro de ti para que realmente las puedas sentir, dejando que se manifiesten, fluyan y finalmente se liberen.
Y lo mismo sucede con tu experiencia emocional: aumenta tu capacidad de acoger, abrazar, escuchar, sentir y ser consciente de las emociones y pensamientos que te están surcando. Todo ello sin que te identifiques con nada de lo que surge: en lugar de “ser una persona ansiosa”, comienzas a vivir tu experiencia desde una nueva perspectiva: “en este momento hay ansiedad pasando a través de mí”, e incluso tu propia experiencia de eso que llamabas ‘ansiedad’ también cambia.
En vez de esa palabra-paraguas que engloba muchas cosas algo confusas, como una nebulosa poco clara, comienzas a notar y distinguir las sensaciones físicas (cambios en la respiración, cosquilleo en el estómago, nudo en la garganta, etcétera); las emociones (intranquilidad, agitación, nerviosismo, miedo, inseguridad, etcétera); y los pensamientos que están presentes.
Todo esto te lleva a tener una experiencia mucho más íntima de lo que estás viviendo y al hacerlo, necesariamente, pasas de ser “la víctima” de tus circunstancias a ser “el observador” de lo que acontece. En ese cambio surge un inmenso espacio más allá de la reactividad y de creerte que eres todo eso que está surgiendo en tu experiencia. Ahí reside la clave para regresar a tu verdadero centro.
Invítate a observar tu experiencia en distintos momentos del día. Regálate una pausa, inspira hondo, deja que tu atención se expanda y se relaje, descansa como el observador de aquello que se esté manifestando en ti y simplemente permítete sentirlo y atestiguarlo a la vez. Poco a poco, con continuidad y persistencia, estás ya trazando tu propio camino fuera de la ansiedad, al abrigo del hogar de tu corazón.