Los equinoccios, momentos del año en los que el día y la noche tienen la misma duración debido a la posición del sol respecto a la Tierra, han sido de gran importancia para diversas culturas antiguas, incluida la maya. Este pueblo, conocido por sus avanzados conocimientos astronómicos, arquitectónicos y matemáticos, otorgaba una significación especial a estos eventos.
En particular, el equinoccio de primavera y otoño se celebra espectacularmente en Chichén Itzá, uno de los sitios arqueológicos más emblemáticos de México, a través del fenómeno de la “serpiente que desciende”.
Para los mayas, los equinoccios no solo marcaban cambios estacionales cruciales para la agricultura, sino que también tenían un profundo significado espiritual y cosmológico. Estos periodos eran considerados como momentos de equilibrio y renovación, esenciales para el ciclo de la vida y la muerte, la fertilidad de la tierra y el mantenimiento del orden cósmico.
Chichén Itzá y el juego de luz y sombra
Chichén Itzá, una de las ciudades más grandes de la civilización maya, alberga el Templo de Kukulkán (o El Castillo), una pirámide que sirve como testimonio de la profunda conexión de los mayas con los ciclos celestiales.
Durante los equinoccios de primavera y otoño, se produce un fenómeno arquitectónico y astronómico único: la sombra proyectada por el sol al atardecer crea la ilusión de una serpiente que desciende por las escalinatas del templo.
Este fenómeno, conocido como la “serpiente que desciende”, es en realidad el resultado de la sombra proyectada por las esquinas de los niveles de la pirámide, que se alinea perfectamente con el movimiento del sol durante los equinoccios.
La “serpiente” culmina en la cabeza de una serpiente tallada en piedra en la base de la escalinata, simbolizando a Kukulkán (o Quetzalcóatl), la deidad serpiente emplumada venerada por los mayas y otras culturas mesoamericanas.
Este evento no solo demuestra los impresionantes conocimientos astronómicos y arquitectónicos de los mayas, sino que también refleja la importancia de Kukulkán como símbolo de renovación y fertilidad. La serpiente que desciende simboliza la conexión entre el cielo y la tierra, el ciclo de la vida, así como la promesa de lluvias y cosechas abundantes.
Hoy en día, miles de personas de todo el mundo se reúnen en Chichén Itzá durante los equinoccios para presenciar este espectáculo ancestral. Este evento no solo es una atracción turística, sino también una oportunidad para reflexionar sobre la sabiduría y los logros de la civilización maya, así como sobre nuestra conexión con el universo y los ciclos naturales.
El equinoccio y el fenómeno de la serpiente que desciende en Chichén Itzá son ejemplos poderosos de cómo los mayas integraron su comprensión del cosmos en su vida cotidiana, religión y arquitectura. A través de la observación de estos eventos, podemos apreciar la profundidad de su conexión con el mundo natural y el universo, un legado que continúa inspirando asombro y admiración en la era moderna.