El Samadhi, presente en diversas tradiciones religiosas y yóguicas, simboliza un estado profundo de conciencia meditativa. Enraizado tanto en el budismo como en los Yogasutra de Patanjali, su esencia gira en torno a una absorción meditativa profunda, donde el meditador se fusiona con el objeto de meditación. La etimología ofrece diversas interpretaciones, desde “reunir” hasta “adquirir integración”.
En el budismo, el Samadhi es el pináculo del Noble Óctuple Sendero, entrelazado con dhyana, representando diferentes absorciones meditativas. Sin embargo, es en los Yogasutra de Patanjali donde el Samadhi adquiere una relevancia especial.
Aquí, se retrata como el cenit del camino yóguico, enfatizando la unión del conocimiento y la meditación. A través de una práctica constante y desapego, un yogui puede alcanzar este estado iluminador, siendo bañado con el conocimiento universal.
El Samadhi no es solo un estado de profunda meditación, sino que también está asociado con procesos cognitivos. Es un estado de conocimiento y está estrechamente relacionado con el concepto de “dharma-megha”, que es la nube del dharma.
Esta nube baña al yogui con el conocimiento de todas las cosas pasadas, presentes y futuras. Los Yogasutra subrayan la importancia tanto de la práctica (abhyasa) como del desapego (vairagya) para alcanzar el Samadhi.
En el mundo moderno, donde la agitación y el estrés son comunes, comprender y practicar el Samadhi según los Yogasutra de Patanjali puede ser una guía invaluable para aquellos que buscan la paz interior y la iluminación. Es una invitación a sumergirse en las profundidades de la meditación y descubrir el vasto universo que reside dentro de cada uno de nosotros.